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lunes, 2 de septiembre de 2013

PROYECCIONES QUEER

Este mes de agosto desde Ecos de Género hemos presentado: PROYECCIONES QUEER.

Se pretendía proyectar una película de temática queer pero con la previa introducción de nociones de teoría queer y un coloquio posterior.


Se propusieron dos sesiones de géneros contrastados, una con Fassbinder y otra con Waters. Para dinamizar el debate se expuso un esquema teórico (perfectamente cuestionable) y se propusieron una serie de preguntas-guia. No voy a engañar a nadie pues tras unas cervezas el coloquio es un tanto difícil. Pero de todo se aprende.



Agradeceremos todos los comentarios constructivos en cuanto a los talleres y las impresiones tanto de las películas como de las dinámicas.





¡Gracias a todos y a todas por vuestra asistencia!

domingo, 16 de junio de 2013

¿Quién defiende al niño queer?


¿Quién defiende al niño/a queer?

Los católicos, judíos, musulmanes integristas, los copeistas[1] sin complejos, los psicoanalistas edípicos, los socialistas naturalistas a la Jospin[2], los izquierdistas heteronormativos y la creciente manada de molones reaccionarios se han puesto de acuerdo este domingo para hacer del derecho del niño/a a tener un padre y una madre el argumento central justificador de la limitación de los derechos de los homosexuales. Es su día de salida, el gigantesco auting nacional de los heterócratas. Defienden  una ideología naturalista y religiosa de la cual se conocen los principios. La hegemonía heterosexual ha descansado siempre sobre el derecho a oprimir a las minorías sexuales y de género. Tenemos la costumbre de verles blandir un hacha. Lo que es problemático es que fuerzan a los niños/as a sostener ese hacha patriarcal.

El niñx que Frigide Barjot[3] pretende proteger no existe. Los defensores de la infancia y de la familia llaman a una figura política de un niño/a que construyen ellos mismos, un niño/a pre-supuesto heterosexual y de género normalizado. Un niño/a a quien se priva de toda fuerza de resistencia, de toda posibilidad de hacer un uso libre y colectivo de su cuerpo, de sus órganos y de sus fluidos sexuales. Este niño/a que pretenden proteger exige el terror, la opresión y la muerte.

Frigide Barjot, su musa, se aprovecha de que es imposible para un niño/a revelarse políticamente contra el discurso de los adultos: un niño/a es siempre un cuerpo al que no se le reconoce derecho de gobierno. Permítanme inventar, retrospectivamente, una escena de enunciación, de hacer un derecho de respuesta en nombre del niño/a gobernado que yo he sido, de defender otra forma de gobierno de los niños que no son como los otros.

Yo fui un día el niño/a que Frigide Barjot se jacta de proteger. Y yo me sublevo hoy en nombre de los niños/as que este discurso engañoso pretende preservar. ¿Quién defiende los derechos del niño/a diferente? ¿Los derechos del niñito al que le gusta ir de rosa? ¿De la niñita que sueña con casarse con su mejor amiga?¿Los derechos del niño/a queer, marica, bollera, transexual o transgénero?¿Quién defiende los derechos del niño/a a la libre autodeterminación del género y de la sexualidad? ¿Quién defiende los derechos del niño/a a crecer en un mundo sin violencia ni sexual ni de género?

El omnipresente discuros de Frigide Barjot y de los protectores de “los derechos del niño/a a tener un padre y una madre” me retrotrae al lenguaje del nacional catolicismo de mi infancia. Nací en la España franquista donde crecí en una familia heterosexual católica de derechas. Una familia ejemplar, que los copeistas podrían erigir como emblema de virtud moral. Tuve un padre y una madre. Cumplieron escrupulosamente su función de garantes domésticos del orden heterosexual.

En el discurso francés actual contra el matrimonio igualitario y la reproducción asistida para todos, reconozco las ideas y argumentos de mi padre. En la intimidad del hogar familiar, desplegaba un silogismo que invocaba la naturaleza y la ley moral con el fin de justificar la exclusión, la violencia y hasta el ajusticiamiento de homosexuales, travestis y transexuales. Comenzaba por un “un hombre debe ser un hombre y una mujer una mujer, como Dios manda” continuaba por “lo que es natural es la unión de un hombre y de una mujer, es por eso que los homosexuales son estériles”, hasta la conclusión implacable, “si mi hijo/a es homosexual prefiero matarlo”. Y ese hijo/a era yo.

El hijo/a a proteger de Frigide Barjot es el efecto de un dispositivo pedagógico temible, el lugar de proyección de todas las fantasías, la coartada que permite al adulto de naturalizar la norma. La biopolítica[4] es vivípara y pedófila. La reproducción nacional depende de ello. El niño/a es un artefacto biopolítico garante de la normalización del adulto. La policía del género vigila la cuna de futuros bebés, para transformarlos en niños/as heterosexuales. La norma hace su ronda alrededor de cuerpos tiernos. Si no eres heterosexual, es la muerte lo que te espera. La policía del género exige calidades diferentes al niño y a la niña. Moldea los cuerpos para dibujar órganos sexuales complementarios. Prepara la reproducción, desde el colegio al parlamento, la industrializa. El niño/a que Frigide Barjot desea proteger es la criatura de una máquina despótica: un copetista reducido que hace campaña por la muerte en nombre de la protección de la vida.

Me acuerdo del día cuando, en mi colegio de monjas, las hermanas reparadoras salvadoras del Sagrado Corazón de Jesús, la hermana Pilar nos pidió dibujar nuestra futura familia. Yo tenía siete años. Me dibujé casada con mi mejor amiga Marta, tres hijos, varios perros y gatos. Ya había imaginado una utopía sexual, en la que existía el matrimonio igualitario, la adopción, la reproducción asistida… Unos días más tarde, el colegio envió una carta a casa, aconsejando a mis padres a llevarme a un psiquiatra para arreglar lo más pronto posible un problema de identificación sexual. Numerosas represalias siguieron a esa visita. El desprecio y el rechazo de mi padre, la vergüenza y la culpa de mi madre. En el colegio, el ruido difundió que yo era lesbiana. Una manifestación de copeistas y de frigides barjotianas se organizaba cotidianamente  delante de mi clase. “Sucia bollera,” decían, “vamos a violarte para que aprendas a follar como Dios manda.” Yo tenía un padre y una madre pero fueron incapaces de protegerme de la represión, la exclusión y la violencia.

Lo que protegían mi padre y mi madre no eran mis derechos de niño/a, sino las normas sexuales y de género que les habían inculcado a ellos mismos en el dolor, a través de un sistema educativo y social que castigaba toda forma de disidencia por la amenaza, la intimidación, el castigo y la muerte. Tuve un padre y una madre pero ninguna de ellos pudo proteger mi derecho a la autodeterminación de género y de la sexualidad.

Huí de ese padre y esa madre que Frigide barjot exige para mí, mi supervivencia dependía de ello. Así que, aunque he tenido un padre y una madre, la ideología de la diferencia sexual y de la heterosexualidad normativa me los han confiscado. Mi padre fue reducido a un rol represivo representante de la ley de género. Mi madre fue desprovista de todo lo que habría podido ir más allá de su función de útero, de reproductora de la norma sexual. La ideología de Frigide Barjot (que se articula con el franquismo nacional católico) a desprovisto al niño/a que fui del derecho de tener una padre y una madre que habrían podido amarme y cuidarme.

Nos ha hecho falta mucho tiempo, conflictos y heridas para superar esta violencia. Cuando el gobierno socialista de Zapatero propuso, en 2005, la ley del matrimonio homosexual en España, mis padres, aún siendo católicos practicantes de derechas, se manifestaron a favor de esta ley. Votaron a los socialistas por la primera vez de sus vidas. No se manifestaron únicamente para defender mis derechos, sino también para reivindicar su propio derecho a ser padre y madre de un niño/a no heterosexual. Por el derecho a la paternidad de todos los niños/as. Independientemente de su género, sexo u orientación sexual. Mi madre me contó que tuvo que convencer a mi padre, más reticente. Me dijo “nosotros también tenemos el derecho de ser tus padres.”

Los manifestantes del 13 de enero no han defendido el derecho de los niños/as. Defienden el poder de educar a los niños/as en la norma sexual y de género, como supuestos heterosexuales. Desfilan para mantener el derecho de discriminar, castigar y corregir toda forma de disidencia  o desviación, pero también para recordar a los padres de niños/as no heterosexuales que su deber es de sentir vergüenza, de rechazarlos, de corregirlos. Nosotros defendemos el derecho de los niños/as a no ser considerados como futuros productores de esperma y futuros úteros. Defendemos el derecho de los niños/as a ser subjetividades políticas irreductibles a una identidad de género, sexo o raza.

Beatriz Preciado.
14 de enero de 2013
Filósofa, directora del Programa de Estudios Independientes del museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA).

Traducción: Jose Vela.



[1] Copeista, seguidores de Jean-François Copé, poíltico presidente del partido UMP, de tendencia política de derecha y centro-derecha.
[2] Lionel Jospin: Candidato del Partido Socialista en 2002
[3] Frigide Barjot: Humorista, columnista y activista contra el matrimonio igualitario.
[4] Concepto de Michael Foucault que designa un poder que se ejecuta sobre el cuerpo de las poblaciones. Autor de Pornotopía: playboy y la invención de la sexualidad multimedia, (Climats, 2011).