jueves, 12 de diciembre de 2013

Origen de los grupos de hombres y los estudios de masculinidades


La humanidad occidental se ha pensado en masculino durante grandes periodos de la historia (dejando en herencia el lenguaje en masculino cuando se trata del todos). La idiosincrasia de las mujeres no debate importante frente a las grandes necesidades masculinas: las artes, la guerra, la economía, la política, las construcciones… Todo lo que hace de una civilización lo que es, es masculino. Desde un punto de vista androcéntrico, claro. Que es precisamente el punto de vista legítimo para el sistema patriarcal. Aunque, las mujeres pueden mostrar un papel importante en la humanidad si saben jugar su carta de genitoras de nuevos ciudadanos. Pero, para los pensadores y dirigentes lo humano es masculino. Las mujeres y los niños ocupan una parte periférica de lo que es el ser humano.  A nadie le sonará nuevo el debate de siglos pasados sobre si las mujeres tenían o no alma.

En este cuadro de masculinidad autocomplacida tenemos la suerte de que las mujeres pudiesen desarrollar un proto-feminismo, unos estudios de mujeres, que traen una nueva manera de pensar lo femenino situando las mujeres en la humanidad (o intentándolo frente a los varones). Las mujeres se piensan como seres humanos y se estudian como mujeres. Se forma una isla femenina en este mar masculino que ocupaba la humanidad.

Desde el feminismo de la diferencia, cubriendo las mujeres, una parte de las virtudes humanas, las femeninas o naturales. Desde el feminismo de la igualdad, las mujeres tienen la capacidad, junto a los hombres, de cubrir todo el espectro de las virtudes humanas. Pero de cualquier modo las mujeres y el feminismo le dan una sacudida a la concepción del ser humano y un golpe al monopolio de los hombres del pensamiento filosófico.
En cualquier modo la masculinidad ha de resituarse dentro de la definición de lo humano que ahora debe abarcar a ambos sexos: complementarios, igualitarios, coordinados, revueltos, diferenciados, hermanados o integrados.

La primera consecuencia de todo el trabajo de siglos de filosofía feminista es la integración de las mujeres dentro del movimiento humanista (aunque sea a nivel teórico). Lo humano es masculino y femenino. La segunda consecuencia es la situación dentro del plano filosófico de lo femenino como humano ocupando un espacio que antes no existía. Esta posición cambia y está sujeta a debate pero de un modo u otro sitúa a las mujeres y lo femenino de manera adulta en la tradición filosófica occidental que las reservaba un espacio como espíritus de la naturaleza, como musas o diablesas, como generadoras de vida, como cosas, vamos. Las mujeres hablan de sí mismas, se piensan a sí mismas y contribuyen a la construcción de un ideal femenino. Todo lo que la estructura patriarcal va permitiendo a con la fuerza directa e indirecta de todo el ego masculino, entendemos.

Pero otra consecuencia del feminismo es que de repente los hombres aceptan que dejan de representar la totalidad de lo humano y descubren que comparten la humanidad con las mujeres. Ellas tienen una imagen previa otorgada por los varones y otra (u otras), en lucha, pero al menos han conseguido que no se dude de su estatus de  humanas. Desde los primeros escritos pre-feministas (C. Pizzan) las mujeres se piensan en un espacio, el humano, donde hay varones y hembras, hombres y mujeres. Se abren su espacio. El varón ha de definirse, entonces, en un espacio que antes no tenía barreras, o estaban lo suficientemente lejos como para no preocuparse de ellas. De igual manera era un espacio del que excluía tácitamente a las mujeres, no se las pensaba y punto. Ahora, los hombres, han de realizar de nuevo todo el trabajo filosófico, pero dejando, esta vez, espacio para las mujeres. Este punto es dónde cobran sentido los trabajos de masculinidades y los grupos de hombres que comienzan a pensarse o intentan pensarse como humanos-varones en un espacio de humanidad hombre+mujer. Por supuesto, se benefician de la producción filosófica previa de las teóricas feministas y de todo su saber hacer y saber agruparse, hermanándose, entorno a una diferencia (una de tantas) que divide la humanidad: el sexo.

Jose Vela.

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