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lunes, 16 de septiembre de 2013

CRÍTICA A LA CRÍTICA POSFEMINISTA.

La crítica a la crítica posfeminista del feminismo colonialista.

El hecho de la colonización es histórico y sin cuestión. Los países Europeos en su crecimiento compitieron entre si, principalmente durante el XIX, a costa del resto del mundo. Y de aquellos barros estos lodos. 

Si en el periodo histórico actual aquellos paises "colonizados" se manejasen desde las potencias económicas bajo un régimen de no injerencia, limitando la influencia externa hacia sus costumbres autóctonas para preservar la pureza de su cultura, cual nave espacial Enterprise en búsqueda de nuevas fronteras en el universo frente a mundos vírgenes y no avanzados (nótese la ironía). En este caso tendría pleno sentido la crítica a la imposición cultural que representa el feminismo occidental, vindicado en dichas culturas por medio de portavoces occidentales u occidentalizados. Del mismo modo se podrían criticar la extensión de derechos infantiles, derechos laborales, acceso a educación universal, igualdad legal, etc.

Por desgracia la influencia en los países "colonizados" por parte de los colonizadores se produjo y se produce previamente en múltiples dimensiones muy alejadas de los Derechos Humanos. Esta influencia se produce sin una sonora crítica desde los grupos injerentes y los adyacentes a éstos. Se interfiere en otras culturas por la vía del sacro santo Mercado regulador que ha sustituido progresivamente a la voluntad divina, presente previamente en Europa. La invisible mano del Mercado es más una invisibilización de los hilos de los actores que mueven sus dedos mercantiles. 

Las relaciones laborales desigualitarias, el expolio de los recursos de los países y su mano de obra y la, ya mencionada, espectral mano del consumismo vehiculado por el entretenimiento audiovisual internacional y demás productos de consumo generado por una industria ante cada individuo del planeta está desprotegido en relación de uno a grupo industrial.

El efecto intoxicador de la cultura occidental permea la práctica totalidad de las culturas. Pero no antes sin haber infectado la población "del primer mundo" en su totalidad desde las lógicas del mercado y las conveniencias de los grupos de poder. Con la experiencia acumulada, por el bien del saneamiento económico global y del mecanismo mercantil capitalista,  que tengan algo que ofrecer a las grandes fortunas transnacionales, llega después al resto del mundo.

Por el contrario, las técnicas redistributivas, las dinámicas socialistas/comunistas o la universalidad de los derechos fundamentales reciben las críticas de los más reaccionarios preservadores de la pureza cultural a la "el buen salvaje". Estás críticas cuando nacen en el seno de los grupos de ayuda social son bien recibidas por las élites económico/poíticas más vampíricas que, por el contrario, nunca cuestionan sus intereses desde dentro. Estas críticas a la no imposición de derechos desde el colonialismo son toleradas por las grupos de nueva izquierda. Éstos ya no saben si el comunismo era bueno o malo y si los derechos humanos deben ser universales o solo para los que han pasado por siglos de muerte y opresión para descubrirlos o si el pañuelo es una imposición patriarcal (solo afecta a las mujeres) o un rasgo cultural, machista sí, pero culturalmente machista (tan machista como una buena parte de electores). Y aún ahora no terminan de divorciarse del patriarcado cultural que mancilla nuestra herencia cultural. 

En última instancia el colador cultural que suponen las fronteras deja el libre acceso necesario a las dinámicas capitalistas, por el bien económico global de unos pocos, pero se critican los Derechos Humanos por universales, por ser de origen occidental, porque para acceder a ellos se ha de pasar por siglos de aberraciones humanas y vejaciones de unos estamentos sobre otros. Si el evolucionismo cultural dice que para llegar a la penicilina se ha de morir varias veces dos tercios de la población, entonces guardemos los medicamentos como tesoros y dejemos que "el otro" lo descubra en su momento. 

Pero en el caso de los derechos de las mujeres es más problemático. Los derechos humanos no terminan de ser una realidad consolidada en occidente, en un occidente cada vez más cercano a la cultura estamental del XVIII. Los derechos de las mujeres no han empezado siguiera a contemplarse como una realidad y su cuestionamiento más allá de las fronteras occidentales es apoyado por lo más radical del patriarcado desde el interior y desde el exterior. 

Toda crítica posfeminista a los proyectos feministas, que, recordemos no se han llegado a asentar en la sociedad, son acogidos con los brazos abiertos por el perfectamente asentado patriarcado dentro y fuera de las fronteras occidentales. 

Podemos imaginar perfectamente a esos poderes capitalistas, tan patriarcales, celebrando cada disensión interna de los movimientos de cambio social. Celebrándolo con botellas de bebidas de precios con los que que una persona de clase media podría pagar la universidad de sus hijos y/o hijas. 

Yo, por mi parte, seguiré apoyando cada proyecto de la modernidad que traiga justicia social para mi y para cualquiera, aún si no ha sufrido décadas de franquismo, las cruzadas o la Santa Inquisición.

Jose Vela.